Cacho Island, el nombre de un investigador español en la Antártida

El Comité Científico para la Investigación en la Antártida ha aprobado que un islote del Archipiélago de las Shetland del Sur se llame Cacho Island en honor a un investigador y escritor español. El protagonista de esta historia nos cuenta su trayectoria y experiencias en el continente blanco.

Planeta 2030

Son muy pocos los accidentes geográficos de la Antártida que llevan nombres de personas españolas, pero este año el Diccionario Geográfico Internacional del Scientific Committee on Antartic Research (SCAR) recoge uno nuevo: Cacho Island.

Es un islote rocoso de menos de un kilómetro de largo que a partir de ahora será conocido con el apellido del físico Javier Cacho (Madrid, 1952), experto en ozono y química atmosférica, además de escritor y divulgador, en reconocimiento a “su contribución en la promoción de la Antártida y su apoyo al Programa Antártico Búlgaro”. Cacho nos ha explicado más detalles de "su" isla.

¿Has estado alguna vez en Cacho Island? ¿Cómo es?

No, todavía no he pisado mi isla. He estado en la península de Byers, en isla Livingston, a unos 13 kilómetros. Si hubiera podido leer el futuro, la habría podido ver con unos prismáticos. Cacho es una isla de las denominadas ‘menores’ del Archipiélago de las Shetland del Sur, que está compuesto por once islas mayores, entre ellas Snow (junto a la que se encuentra), Livingston y Decepción. En estas dos últimas se localizan las dos bases españolas en la Antártida.

Cacho Island tiene aproximadamente 750 m de largo y 350 de ancho, con forma de media luna, y hasta hace poco ha estado unida a otra mayor por un brazo de hielo

Cacho Island tiene aproximadamente 750 metros de largo y 350 de ancho, con forma de media luna. Se encuentra muy próxima a la península de Hall, separada por un estrecho de medio centenar de metros. Durante mucho tiempo este estrecho estuvo bloqueado por los hielos y cubierto de nieve, lo que hizo pensar que era un brazo de la propia península. La disminución del hielo en esta zona es lo que ha permitido comprobar que era una isla.

¿Tiene algún interés especial?

Con un brazo de la península de Hall forma una ensenada (llamada de Ivaylo o Ivaylo Cove en honor a un héroe de origen humilde que llegó a ser emperador de Bulgaria en el siglo XII), que está muy bien protegida de los fuertes vientos y corrientes de la zona. En ella fondeaban los antiguos buques foqueros, mientras los cazadores se repartían por las playas de la isla Snow dando muerte a focas y elefantes marinos. Todo esto lo sabemos por los cuadernos de bitácora de los navegantes. El lado norte de las islas no ofrecía protección a los barcos y estos la buscaban en las zonas meridionales, como también ocurría en la bahía sur de isla Livingston, donde ahora se encuentra la base española Juan Carlos I y la búlgara San Kliment Ohridski. En toda la costa que rodea la isla Snow, el único punto al abrigo de las tempestades es precisamente esa ensenada que forma con 'mi' isla.

IslaCacho names         

¿Cuándo hubo cacerías de focas en esa zona?

El descubrimiento de la Antártida en 1820 –este año celebramos el bicentenario– por un navegante inglés [Edward Bransfield, aunque otras fuentes consideran que lo consiguió tres días antes Fabian von Bellingshausen al servicio de Rusia] supuso el comienzo de una cacería masiva de las focas que poblaban sus playas. Era un próspero negocio que no conocía de regulaciones y que logró, en tan solo cuatro años, llevar al borde de la extinción a varias especies. Aunque no hay registros precisos, se cree que en esas temporadas se dieron muerte entre un millón y millón y medio de focas; algunos autores llegan a elevar la cifra a dos millones.

La cacería de focas logró, en tan solo cuatro años, llevar al borde de la extinción a varias especies 

Luego, casi un siglo después, comenzó también la caza de ballenas en la Antártida. En este caso su centro de operaciones ya no fue la ensenada de Ivaylo entre las islas de Snow y Cacho, sino isla Decepción en esta parte y Georgia del Sur en el mar de Weddell.

¿Cómo se pone nombre oficial a una isla en la Antártida?

Hace siglos cada explorador podía dar a los accidentes geográficos el nombre que quisiera, tanto el de su rey o reina como el de un amigo, su niñera o el de su gato. Desde hace tiempo eso ya no es posible y tienen que ser nombres que guarden una profunda relación con la Antártida. Cualquier país que pertenezca al Tratado Antártico tiene potestad para proponerlos, si no lo tienen ya. Eso exige un minucioso trabajo de localización y una precisa caracterización geográfica.

En esta zona, este trabajo lo realizó la Comisión Búlgara para los Topónimos Antárticos, que luego recibió la propuesta del Instituto Antártico Búlgaro de nombrar a uno de estos accidentes con mi nombre. Una vez que fue aprobado, desde la oficina del presidente de Bulgaria se envió la propuesta al SCAR, la máxima autoridad científica en la Antártida. Este organismo comprobó que efectivamente ese accidente geográfico no tenía nombre asignado, que la información geográfica era la adecuada y que los méritos por los que se proponía eran suficientes.

La propuesta para bautizar esta isla con el nombre del científico español parte del Instituto Antártico Búlgaro

Se retrotraen a que participé en la Primera Expedición Científica Española a la Antártida en la campaña 1986-1987, que he vuelto en varias ocasiones más, que he sido fefe de la base antártica española Juan Carlos I, que llevo años publicando libros sobre la historia de la exploración en la Antártida, así como una intensa labor de divulgación de aquel continente en la sociedad y, finalmente, por la ayuda que he prestado al Programa Antártico Búlgaro.

¿Qué relación tiene con Instituto Antártico Búlgaro?

Conozco a Christo Pimpirev, su director, desde hace un cuarto de siglo. La base búlgara está muy próxima a la española y desde siempre hemos mantenido muy buenas relaciones de vecindad. En la Antártida el trabajo siempre es en equipo, y la solidaridad y el apoyo mutuo son constantes. Nos hemos ayudado los unos a los otros en muchas ocasiones allí, y después he mantenido sólidos lazos de amistad con miembros del equipo búlgaro. He participado en seminarios e impartido conferencias en la universidad de Sofía. Han traducido varios de mis libros y están a punto de publicar mi libro sobre Nansen, el maestro de la exploración polar, al que en Bulgaria tienen en gran estima.

¿No habría sido más lógico hacer la propuesta desde algún organismo de España?

Quizás debería haber partido de la Comisión española para topónimos en la Antártida, pero en más de 30 años de actividad antártica esta comisión ha puesto poco más de dos docenas de nombres, comparado con otros países que han puesto centenares o miles, y todos ellos neutros, como punta Hespérides, caleta Argentina o cerro Mirador. Salvo Monte Reina Sofía, nunca han puesto nombres de personas.

¿Hay más accidentes geográficos en la Antártida con nombres españoles?

No muchos, poco más de una docena. Curiosamente, todos han sido puestos por búlgaros, que han querido honrar al primer español que en el siglo XVIII avistó las islas Georgia del Sur [Gregorio Jeréz], al comandante del navío San Telmo y jefe de aquella flota [Rosendo Porlier]. 

La reina Sofía, la oceanógrafa Josefina Castellví y el buque Hespérides también tienen sus nombres en la Antártida

También han puesto nombres de accidentes geográficos a la oceanógrafa Josefina Castellví, que levantó la base Juan Carlos I, así como a otros científicos y montañeros españoles. Respecto a islas, la única con nombre español es Cacho Island. Debe de ser de las pocas que quedaban sin nombrar. Esto me hace estar todavía más orgulloso, porque la comisión búlgara bien podría haberla pedido para un científico de su país o de otra nacionalidad.

¿Personalmente destacarías alguna zona antártica de las que conoces?

Sin lugar a dudas la península de Byers, en el extremo occidental de la isla Livingston y muy próxima a las islas Snow y Cacho. Es un lugar tan extraordinario desde el punto de vista biológico que es necesario un permiso especial para llevar a cabo labores de investigación científica. Y por supuesto isla Decepción, un volcán que se hundió la caldera formando una inmensa laguna interior, a donde se accede por una estrecha entrada. Es el mejor de los puertos naturales de la zona y de toda la Antártida. Lo único es que es un volcán activo, que es monitorizado en todas las campañas por científicos españoles.

¿En cuántas campañas antárticas has participado?

Como investigador participé en la primera expedición científica española del 86-87 que comenté. Luego, también estuve en dos campañas como científico a la base de Marambio (de Argentina), una de ellas en invierno. Posteriormente fui jefe de la Base Antártica Española Juan Carlos I en tres campañas y, finalmente, el pasado verano austral regresé a la Antártida como escritor a la base búlgara San Kliment Ohridski, dentro de un programa cultural. Además, he estado en numerosas ocasiones en las tierras árticas europeas.